Escribe
AMÍLCAR MORETTI
Madrugada jueves 6 de diciembre 2012
La Plata. Argentina.
No es el primer comentario que circula. Se derrumban las cotizaciones mundiales en las grandes capitales de la subasta de arte, Londres, Nueva York y poco más. Es probable que así sea, aunque nadie puede asegurarlo. Sí es cierto es que en las últimas décadas, en especial desde los años 80 y la mundialización del capital financiero sin regulaciones, el arte pasó a ser una atractiva forma de inversión. Surgieron de pronto nuevos artistas que, en poco tiempo, se convirtieron en millonarios. Y nuevos ricos, rústicos, que pudieron alardear de «cultura».
El mundo del arte se ha convertido no tanto en un territorio de autores y creadores como en un espacio más de inversión de dinero. Las obras de los grandes clásicos -Rafael, Da Vinci, por ejemplo- no están en venta. Pertenecen a coleccionistas privados o a grandes fundaciones y museos estatales. Son como instituciones públicas, forman parte del patrimonio inalienable -y por tanto invendible- de la humanidad. No importa tanto quién las tenga como que deben cederse, al menos circunstancialmente, para que sean apreciadas en «el mundo entero», aunque -sabemos- no es tan así. Entre otras razones ¿no debe ser barato para una compañía de seguros hacerse cargo de transportar La Gioconda, de Leonardo? Hay compañías, claro, que reciben estas encomiendas y saben como ganar muy bien con esto.
Ahora bien. Hay otros artistas, contemporáneos, que, en medida grande pero imprecisa, son «obra» de galerías lujosas, curadores de arte, mercaderes del arte, dueños de museos, especialistas. Esta última gente tiene el poder de «crear» artistas, o mejor, de decir qué es «arte» en la producción de tal o cual creador. O cuál es «valioso» y cuál no. El público, a través de los grandes medios de comunicación, ya se ha acostumbrado a «valorar» una obra arte por su precio en el mercado.
El galerista o curador toma «en consignación» al candidato, lo prepara, lo expone, lo explica, habla de sus virtudes, trabaja con los medios de difusión, acuerda con los críticos, lo relaciona con las «personas indicadas» y, por fin, cuando lo impone, lo vende, lo subasta, lo remata a la mayor cantidad de dinero sobre todo para aquellos clientes que han acumulado rápido grandes sumas de dinero y son absolutamente incultos: puede haber evasores fiscales; lavadores de dinero; traficantes de drogas, armas y personas, y toda una nueva burguesía lumpen que tiene, primero que todo, jet propio pero es consciente -o le hacen notar- que carece de cultura, de ilustración, de lecturas, de estetización, tarea que se confunde con el «buen gusto social» y la farándula chic pero que requiere de décadas de labor solitaria para conseguirse. Uno no se hace culto, inteligente, reflexivo y sensible de la noche a la mañana. Es una inversión, sí, pero de otro tipo.
Lo cierto es que el newsletter de este lunes que me llegó de La Trastienda (http://www.trastiendaplus.com/articuloNEW.php?id=3363), bajo un título significativo, da cuenta de esta cuestión del estallido o desinfle probable de la burbuja del arte. La Trastienda funciona como un informativo para inversores argentinos y latinoamericanos en arte. Allí leo la breve nota que consigno:
«¿Hirst, Koons y Takashi Murakami en caída
libre?»
«Numerosos estudios de especialistas en evaluar las cotizaciones de los artistas en el mercado internacional de subastas, coinciden en señalar la caída de varios de ellos, coincidentemente aquellos con mayor exposición mediática y pertenecientes a la privilegiada lista de los con mayores ingresos entre sus colegas contemporáneos.
«El análisis apunta a señalar al trío integrado por Damien Hirst, Jeff Koons y Takashi Murakami. Si bien todas las interpretaciones son subjetivas, no hay duda que estos artistas han de alguna manera saturado parte de su mercado, o peor han perdido el interés por parte de un sector del coleccionismo.
«Dentro de las teorías establecidas alrededor de este fenómeno, no se descarta la acción de sectores especulativos que interactuando con los operadores del mercado (galerías y subastadoras) crearon las burbujas que ahora han comenzado a desinflarse.
«Solamente con observar el gráfico se comprueba la magnitud del fenómeno.
«(redactado por Mario Gilardo)»
LA ENÉSIMA POLÉMICA DE DAMIEN
HIRST
“Un teletipo (…) de la agencia Efe anunciaba que «Los puntos con los que el artista británico Damien Hirst ha llenado sus cuadros a lo largo de 25 años colorean desde hoy ocho exposiciones simultáneas en Nueva York, Londres, París, Los Ángeles, Roma, Atenas, Ginebra y Hong Kong. La muestra ‘The Complete Spot Paintings 1986-2011’, organizada en las once sedes que la galería Gagosian tiene en estas ocho ciudades y abierta hasta el 18 de febrero, consta de 300 obras que comparten dos protagonistas: el punto y el color».
“Unos inocentes lunares que, durante estas dos décadas y media han movido pasiones y dinero. David Hockney, por ejemplo, calificó de «insultante» el éxito de Hirst el pasado 3 de enero, después de inaugurar su propia exposición en la Royal Academy of Arts de Londres. Motivo: Hirst no pinta sus puntitos, deja que le hagan el trabajo sus asistentes, «como hacían Warhol o los artistas del renacimiento». Aunque Hockney quiso recular después (sostuvo que sus quejas no se dirigían contra nadie en concreto), sus palabras sirvieron de campaña de relaciones públicas para la exposición de los puntos de Hirst.
“Así, los lectores de la entrevista con el ‘young artist’ que publicó ayer la revista ‘GalleristNY’, buscan en sus palabras una respuesta al maestro Hockney, sobre todo, porque Hirst aborda el embarazoso asunto de su implicación personal en las obras: «En el pasado, dejé que mis asistentes eligieran los colores y su combinación. Básicamente, porque no quería tomar decisiones y delegar en otros es una buena manera de no tomar decisiones. Mantenía algún control, siempre podía cambiar algo que no me gustara porque, ya sabe, la gente a veces se pone rebelde». ¿Y ahora? «Ahora elijo los colores y los dispongo en una red. Si vamos a hacer un cuadro de nueve por diez lunares, pongo colores en nueve por diez casillas».
«Las pinturas de puntos son arte conceptual. Hay un optimismo asombroso en ellos, nunca se cansan, nunca dejan de moverse», dice Hirst, que bromea con la idea de «poner en la puerta una chapa que ponga ‘Damian Hirst e hijos’, para que mis sucesores puedan continuar con el trabajo».
“Hirst, cuya única exposición de cuadros pintados con su pincel se expuso en 2009, en Londres, dice que prepara una nueva colección de lienzos personales para el año que viene. No le ha desanimado, por tanto, su experiencia anterior, cuando sus pinturas recibieron críticas muy negativas.”
Fuente: ELMUNDO.es | Fecha: 13/01/2012
http://www.iart.es/contemporaneo/noticia.php?id=1040
Y es que hasta ahora los artistas vendían sus obras en la mayor parte de los casos a través de galerías o marchantes. Estos reciben un porcentaje del precio de venta, normalmente un 50%. «Para los galeristas y los marchantes no es bueno porque tienen miedo de que ahora se les eche del mercado», dijo Patrick Heide quien dirige su propia galería en Londres. Sin embargo, sólo artistas estrellas de la talla de Hirst podrían permitirse una jugada así, «porque poseen el correspondiente poder en el mercado».
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“Hirst no es solo el artista más rico del mundo, sino una figura transformadora que puede estar seguro de tener un lugar en la historia. Por desgracia –para él y para nosotros–, eso no se debe a la calidad de sus obras, sino a que ha remodelado a su imagen el mercado mundial del arte: es decir, a la imagen del artista como payaso celebridad, el autorizado bufón de clase obrera que no solo se caga en nosotros desde la cúspide de su montaña de dinero, sino que nos convence para que compremos esa mierda y le rogamos que nos dé más”, escribe Kunzuru.
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Una de sus obras tempranas, que puede verse en la primera sala de la exposición, es un juego de ocho sartenes de colores colgadas en una pared blanca. Otra de las obras, ésta de los años 90, es una enorme caja de cristal llena de moscas (vivas) que se alimentan de una cabeza de vaca en descomposición. ¿Es esto arte? ¿O simplemente una tomadura de pelo con la que alguien está ganando mucho dinero? «Hirst es un fenómeno, una de las mayores expresiones del arte británico. De esto no hay duda», aseguraba ayer el director de la Tate, Chris Dercon.
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…»la era post-estética: de la metáfora a la metástasis»…algo así como la reproducción de lo mismo al infinito de un organismo que alguna vez etuvo vivo y que ya muerto sigue repitiéndose como cáncer…pido perdón por la extrema reducción de mi explicación sobre el análisis que Jean Baudrillard hace de la cultura postmoderna…
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Ahí, Negra, dentro de todo me quedo un poco más tranquilo (o engañado). Sería entonces una etapa de, digamos, disolución histórica. Pero ¿hay alguna posibilidad de no desvanecerse en el aire? No, ¿no? (entre los que se mueren y lo que cada vez (menos) queda, me voy alegrando la noche que empieza). Ahora escucho «Mañana de Carnaval» que suena en la radio y cuando termina… cuando termina ¿qué?
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Es como a la mañana siguiente barrer el papel picado de la noche de carnaval que ya pasó. (Alguien me dice: «Bueno, al menos tuviste carnaval, noche de carnaval».)
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…»todo lo sólido se desvanece en el aire»…K.M.
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¿Y no queda nada?
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