




Siempre dije que Flor resplandecía. Se lo dije a ella, creo. O se lo hice saber con mis observaciones al publicar muchísimas veces sus fotos. Era como «Estela al resplandor de las estrellas», que me transportaba a los 14 o 15 años, ya, cuando algunos inolvidables en el pueblo se reunían y me descubrieron ese bellísimo tema mientras hacían jazz. Éramos locos del jazz. La imagen fotográfica, pienso, a veces es una cuestión emotiva. Sucede algo así también con la música. Hemos charlado con algunos compañeros y me dicen que sí, que es así. Puede ser que suceda igual si se ha tenido una niñez más o menos cómoda, o llevadera. Yo sobreviví a ella. Me le impuse. A los 13, 14 o 15 escuchaba anonadado, soñaba, con aquellos amigotes más grandes, músicos locos, reunidos a la noche para beber de «Stella by Starlight». No sé cuánto tiempo después descubrí la versión de Miles Davis acompañado por John Coltrane, ambos jóvenes y en su esplendor, en su resplandor de estrellas negras y trágicas. Desde hace dos años no dejo de asociar esa añoranza a la resplandeciente juventud que me dan siempre mis fotos tomadas a Flor. Por un lado, en esas imágenes veo en ella la sonoridad fina, con sordina, contenida pero igual intensa, de la trompeta de Davis, el maestro, en su bella melodía. Y cuando al minutos y 45 segundos brota el tenor poderoso, desbordante de Coltrane, me digo «Esto es Flor. Esto es Flor en estas fotos». Una combinación de la emotividad sonora de la trompeta de Davis y el saxo de Coltrane cuando yo tenía 14 o 15 años. A la medianoche, con esa edad, caminaba por las calles del pueblo y seguía transportado, ensoñado con la melodía de esa estela que trazaban las estrellas. Y la piel blanca de ella, en mi vago recuerdo imaginario; sus labios intocablemente protuberantes y el muelle blandor (1) de su corporalidad vista cercana pero con esa lejanía-cercanía que da la cámara fotográfica, suenan, se ven, apenas ya como sonoridades en mi memoria y en las imágenes, como acaso sean las flores que al decir de Wordsworth resplandecen en la hierba solo un momento, luego marchitan pero sin que debamos llorar porque siempre estarán en una pequeña luz de nuestro recuerdo.
(Amílcar Moretti)
Fotos y texto por A.M. Lunes 29 de julio 2013. Argentina.