Habría que ver, confirmar y comprobar, digo, pero yo creo que sí. Vuelan. Las mujeres vuelan. No todas, claro, pero casi. No hablo de las brujas, por supuesto, esas se sabe que sí. Las mujeres de los sueños (de uno), digo. Esas vuelan, aunque necesiten comprobaciones y a veces reparaciones y combustible para que no dejen de hacerlo o para que dejen de olvidar que alguna vez supieron hacerlo, o bien tuvieron posibilidades reales de hacerlo.
Philippe Halsman es el que fotografió a Hepburn, porque él también sabía que volaban, las mujeres. Ya se conoce que Halsman fue un tipo muy sensible de Letonia, creo, que se tuvo que ir para Alemania o Austria. Era judío y si no me equivoco lo acusaron alguna vez de haber asesinado al padre. Después se dijo que era un caso de antisemitismo, como ahora los argentinos de mi pueblo que se les ha brotado el antibolivianismo y antiparaguayismo, como si fuéramos escandinavos-germanos, que por lo demás eran todos bárbaros que se diseminaron como peste en el siglo cuatro y medio.
Halsman anduvo en la fotografía de modelos de moda por Francia y después se fugó a Estados Unidos donde se hizo famoso por sus tapas de la revista «Life», esa que en un post anterior quise hacer salir de nuevo a la luz -siempre lo está para los amantes de la fotografía- por sus imágenes de Hitler en festejo de navidad, ¿qué tal?
Halsman también ganó fama con ese jueguito de las actrices de Hollywood y estrellas de cine captadas en el momento en que pegaban un salto. «Jump». «Jumping». Me parece que hasta Hitchcock saltó. Aunque él hacía de todo para promocionar sus películas.
Yo al chico/a/@ (esto de internet y el anonimato es un misterio paranoico y repleto de miedo) le dije que Oliverio Girondo, en 1932, en «Espantapájaros» tiene un texto dedicado a eso: su amor por las mujeres de vuelan, que después tomó Subiela, un director de cine argentino, para una de sus películas.
Dice así, al comienzo, Girondo:«No se me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; un cutis de durazno o de papel de lija. Le doy una importancia igual a cero, al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o con un aliento insecticida. Soy perfectamente capaz de soportales una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias; ¡pero eso sí! -y en eso soy irreductible- no les perdono bajo ningún pretexto, que no sepan volar. Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretenden seducirme!» (1)
Por AMILCAR MORETTI, jueves 30 diciembre 2010)
(1) (O.Girondo, Centro Editor de A. Latina, 1966, ps.75-76)