No hay prejuicios en nombrar, brota una sensualidad popular que sugiere el exceso sin dar pie al reproche moralista, pero sí, en cambio, a un registro musical con matices de lo social suburbano que apunta hacia un realismo crudo y desclasado. Verídico, verosímil, honesto en la confesión que comprende un modo de vida, de pensamiento y valores que están instalados y abarcan a mucha gente.
Escribe
AMILCAR MORETTI
La Plata siempre ha sido más que un semillero de música y cine, en especial desde los años 60. El Indio es el ejemplo arquetípico, total. Solari mueve 300 mil seguidores de un saque. Es un ritual urbano, como un coletazo creativo para mostrarle a Baires (CABA). Fede Parisi, también de La Plata (por ahí, al final del tema, se menciona Villa Elvira, al sur), integra otra (nueva) generación y otra (peculiar) cultura juvenil. Incluido -Parisi- en lo que podríamos clasificar como «música suburbana». Específicamente, RKT (se pronuncia Racatá) y combina el reggaetón con cumbia villera, cumbia colombiana, el cumbietón y otros estilos parientes. Es una variante más o menos reciente, muy difundida en Argentina entre pibes suburbanos, una deriva regional en lo nacional-popular.
Fede Parisi sabe bien hacia dónde apunta y lo hace cumplidamente: prueba en lo suyo con solvencia, con notorias y a su vez medidas dosis de show, espectáculo, colores, edición, visualidad rítmica, densidad cromática, montaje urgente y golpes de ritmo, música. En la ¡fiesta fiesta fiesta! que se registra exultante no deja de advertirse un matiz crítico, de señalamiento social, que se clama o insinúa desde la letra siempre directa, íntima, procaz pero también desde la atmósfera, con colores cálidos que oscurecen y parecen hundidos en tinieblas y calor. Con él, Fede, al frente, siempre, para que no haya dudas.
La puesta en escena está bien armada y, en los dos tramos en que se divide el tema, se nota un cuidado profesional. Una primera parte al aire libre, de día y de noche, y una segunda más breve entre las luces y nubes de un boliche. Fede en el centro, con su nombre tatuado en el torso, y a su alrededor dependientes y chicas, muchas chicas, lindas y abundantes, ondulando su trasero hacia afuera, como en el barrio. El contenido es «under», por decirlo de una manera antigua. Cerveza, champán, humos, autos desbordados de pibas, colas que se mueven y rodean al protagonista, nalgas como fetiches, algún medio pecho femenino atisbado y lenguaje nochero y en clave. Lo sexual, o hedónico sexual, parece predominar con citas continuas, y su núcleo gira en torno a colas como instrumentos de poder y posesión.
La lírica, la letra se refiere a muchas alternativas de esta esfera social-moral nocturnal que, dicho demográficamente. abarca sin exagerar los tres cordones del conurbano hasta La Plata y más. No hay prejuicios en nombrar, brota una sensualidad popular que sugiere el exceso sin dar pie al reproche moralista, pero sí, en cambio, a un registro musical con matices de lo social suburbano que apunta hacia un realismo crudo y desclasado. Verídico, verosímil, honesto en la confesión que comprende un modo de vida, de pensamiento y valores que están instalados y abarcan a mucha gente.
Sería todo un desafío ampliar e intensificar esos contenidos mencionados con una poética en letra igual de directa pero más intensa en la referencia crítica. Lindo trabajo para hacer, tentador.
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