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Escribe
AMILCAR MORETTI
El lavabo de Sonia (estoy en su departamento) es lo que llamamos en la Argentina «lavatorio». Es un artefacto común, más pequeño de lo que me agrada, pero cumple sus funciones, aunque, claro, salpicando. No es más grande que el urinario (inodoro solo para hacer pis) de Duchamp en 1917 y no tiene firma. La fuente del creador francés tenía como rúbrica «R.Mutt» y ya se sabe que al presentarla en una muestra en Nueva York se sintieron molestos y terminó todo con el cierre de la exposición. No hubo «vanguardia» que valiera. Marcel Duchamp (1887-1968), premeditadamente, había comprado el urinario y lo presentó en un espacio dedicado al arte, según como se lo conocía hasta entonces.
Mi lavabo, mejor, «El lavabo de Sonia» no es artefacto de baño. «El lavabo de Sonia» es una foto, una imagen mía que muestro aquí. La fuente real para lavarse las manos en el departamento de Sonia no sé qué es fuera de sus usos previstos y convencionales. No me parece «arte», pero tiene lo suyo, lo reconozco. Es blanco y está encastrado sobre una mesita de madera lustrada muy simpática. Para mí «El lavabo de Sonia» es mi fotografía, registrada por ocio en un momento en que la modelo con que sesionaba se había retirado.
¿Qué le veo yo a esa imagen de lavabo? Nada, o casi. Pero me parece fotografiable como casi cualquier otra cosa. No es un objeto -lindo o feo, bello o no- sino una figura digital que se visualiza por pantallas. Casi como una ilusión. Bueno, lo dicho, una imagen. ¿Percepción a través del sentido de la vista? Algo así. Hay diferentes miradas. «El lavabo de Sonia» puede dar imágenes distintas, absolutamente diferentes, en negro y blanco o en color. Y aquí una paradoja: resulta que «El lavabo de Sonia» es «Mí lavabo de Sonia», yo compuse la foto, y podría componer muchas más si el deseo surgiese.
Ya no va a «revolucionar» la historia de arte, ni se pretendió nunca. Además, por lo que veo, me parece que lo que se llamaba «arte» ya no se practica, o se ejecuta con otro nombre y de otras formas. No es muy seguro nada en este espacio (del arte), y tampoco lo es en muchos otros, en todo el mundo. Hay una lucha, un poder enorme y un vacío inmenso que lleva a sospechar que los resultados no los garantiza nadie ciento por ciento. Un grupito de todo el mundo pensará que lo que surja -un nuevo orden, o cualquier otra cosa- será de una manera determinada según ese grupito haya planificado. Puede ser, puede ser… Pero hay otros grupos y factores, circunstancias, climas, fenómenos, presencias y ausencias, movimientos y cristalizaciones, previstos y azares, caos y planificaciones, leyes y transgresiones, traiciones y lealtades, todo, todo y mucho por ver aún.