
No, no hay forma. Hay una fractura que ahonda el vacío cuando un chico decide no estar más, aquí. Cruzar la frontera sin retorno, en plena juventud, dice de Werther que no encuentra correspondidas sus ilusiones, su Pasión. En mi ciudad se ha suicidado un joven y, sin conocerlo, ecos atenuados del suceso me perturbaron. Músico, roquero, compositor, cantante, un muchacho sensible y quizás desafiante, la desgracia se hizo saber por comentarios de familiares de su edad que lo conocían.
Se produjo un silencio, sobre todo en la noche de fin de año o negro amanecer del nuevo año. Contó sueños a un amigo muy íntimo y este deseó que se le cumplieran. El joven Werther publicó poco antes de su decisión un video en una red masiva en la que rompe con meticulosidad una guitarra, en continuidad con Pete Townshend de The Who desde 1964. Aquí, la demostración no fue en un escenario sino para la pantalla de los teléfonos celulares, pocos días antes de cruzar la frontera.
El silencio le agrega más oscuridad a la decisión sombría, de alguien que a los 27 años se definía como nihilista. El pudor ante la muerte. No lo creo en estos casos. Quien se suicida grita algo muy fuerte que la sociedad no puede digerir. El suicida interpela, perturba.
Cada quien sabe -o no- sus razones, pero la muerte por decisión propia debe ser hablada. No es bueno girar la cabeza hacia otro lado y hacer como que el que ya no vendrá salió como turista a tierras tan lejanas que no admiten regreso alguno.
Cada comunidad debe cargar con sus muertos. Ellos lo sollozan, piden silenciosamente -sin que los que quedan se den cuenta- que los amen. Y hay algo que todos podemos hacer por aquel que no quiso ser ayudado o no supimos ayudar, y eso es amarlo siempre. Un cuento para las Fiestas, «El muerto» de James Joyce.
AMILCAR MORETTI
