No es fácil afrontar a Gustav Mahler, un gran compositor, pero complejo. Las sinfonías de la mayoría de los creadores tienen cuatro movimientos. Las de Mahler suelen tener cinco y utiliza todos los instrumentos habidos y por haber, voces solistas y coros.
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CARLOS NÉSTOR DÍAZ
CARLOS NÉSTOR DÍAZ
No es fácil afrontar a Gustav Mahler, un gran compositor, pero complejo. Las sinfonías de la mayoría de los creadores tienen cuatro movimientos. Las de Mahler suelen tener cinco y utiliza todos los instrumentos habidos y por haber, voces solistas y coros.
En esta obra hay como 200 participantes. Es en el Teatro más famoso de Londres y la base está a cargo de la Orquesta Sinfónica Juvenil Simón Bolívar de Venezuela, que rinde otro examen de excelencia. La conduce el gran Gustavo Dudamel, como es frecuente en él sin partitura (¡Mahler sin partitura….!!!), también venezolano, ambos productos de las políticas culturales de la «dictadura» del comandante Chávez.
La concentración y disciplina de la orquesta está reflejada, como muestra, por el moreno que le da con un «martillo» a unos tubos (instrumento que yo desconocía), pero sin dejar de seguir cuidadosamente la partitura. Un indígena de ese país no puede ocultar su orgullo y, grosero, muestra una bandera en la platea.
Dudamel termina agotado, mareado. La cantante alta lo besa y se da vuelta para enjugar sus lágrimas. Su compañera rubia mira incrédula, encantada. Y, sí, fue algo especial, casi mágico. Luego, fuera del escenario, hacen unos pasitos de baile felices por haber cumplido muy bien algo muy difícil.
El espectáculo, como se ve en los laterales, fue promovido por la BBC. Su locutora, impecable, tan british, hace el cierre de la transmisión pero el tono de su voz revela cierta exaltación hasta el good night final.
Amilcar Moretti 