Escribe
AMILCAR MORETTI
Un 17 de Octubre que será 18 (fue o comenzó 6). Un domingo de concentrada fiesta popular que será lunes sindicalista. El deformador hábito impuesto de cambiar los días de las fechas celebratorias nacionales -historia de la patria Argentina-, para acomodarlas a fines de semana «largos», agregándose el viernes anterior y el lunes siguiente.
Cuatro días y no dos, fines de semana a la larga de consecuencias político-culturales impredecibles. Para -dicen- estimular la actividad económica turística abarcadora de muchas productividades. Pero, al fin, muestra de la transformación de un país que de lo industrial -industrialización liviana y en «desarrollo desigual y combinado», según la teoría trotskista-, crecimiento y diversificación únicos en Iberoamérica por sus cualidades de desarrollo cultural integral y «movilidad social ascendente», ha quedado desde hace treinta años casi en un país con economía de servicios (transnacionalizados y siempre en secundarización por retraso tecnológico), primarizado (soja yuyo) y extractivista (petróleo y minerales para que transformen otros). «Saladeros», apenas, tras el sueño peronista industrializador logrado por años y mantenido como ilusión desde hace ocho décadas.
Los ritos peronistas se cumplen, todavía, desde 1945, con altas y bajas, exaltaciones y depresiones. En ciertas circunstancias parece o realmente se vacían de contenido. En otras reviven antiguas épicas actualizadas en nuevas caras y generaciones no necesariamente de industrialización a carbón y petróleo, acerías y metalúrgicas, como décadas atrás. En las etapas de reflujo -hubo varias después de 1955, cuando la destitución a sangre y fuego de Perón-, los ritos toman las características de ceremonial y protocolo en lo colectivo.
En momentos intensos, de densidad histórica, como cuando la gran concentración espontánea e inesperada de jovencitos ante la sorpresiva muerte del ex presidente Néstor Kirchner (el 27 de octubre del 2010), reviven en flujo los principios básicos del justicialismo, simples y profundos, sin muchas enunciaciones pero repletas de sentimiento de justicia, independencia y soberanía, subjetiva y colectiva.
En esos momentos es cuando se «ensancha» el peronismo, no el de los dirigentes necesariamente, sino el de las bases. Quiere decir -y esto también se ha dado varias veces desde 1955, pese a grandes derrotas y retrocesos- que la semilla está y germina aquí o allá, más tarde o más temprano, con la misma o diferente apariencia pero con igual clamor, reclamo de derechos, entusiasmos y ánimo de paz, pan y trabajo-estudio.
Siempre he creído que en Argentina todos son de algún modo peronistas, hasta los gorilas y golpistas de derecha (por erosión o violencia). Esto por la sencilla razón de que hay gestos y hábitos genuinos o fraguados que son innegablemente peronistas del 45. Así como sensibilidades que se transmiten intergeneracionalmente, a veces salteándose la herencia de padre-madre a hijos-hijas para cumplir la elipsis inconsciente de abuelos a nietitud. Porque hay una transmisión transgeneracional, que se une y combina con la intergeneracional e intersubjetiva. Ya Margaret Mead (1971) sostenía que la continuidad de la cultura depende de la presencia viva de al menos tres generaciones, y hoy es frecuente la convivencia de hasta cuatro generaciones. (1)
Cierto que hay en curso una «revolución tecnológica» de cuarta o quinta generación que avanza sobre el sujeto occidental de la civilización Clásica y la cultura Renacentista. Hay una biotecnología, robótica y neurotecnología, así como una ya profunda intervención en lo natural que hacen difusos y obligan al replanteo de los tradicionales conceptos de Razón, Naturaleza y Cultura, Sujeto-Objeto, de Logos (del griego, palabra, pensamiento, razonamiento, discurso)-Pathos (del griego, sentimiento, juicio sentido, sufrido)-Ethos (del griego, como comportamiento, actitud y forma de ser profundos).
Todo esta corriente de pensamiento, adherida a la cultura de consumo selectivo con descarte social, supratecnología con segregación social y clasista, disolución de los perfiles de clase como modo de confusión y disgregación, convierten ciertas realidades -hasta hace un tiempo Reales- en incertidumbres, ausencias, huecos, olvidos, amnesia, desubjetivaciones y disolución del Sujeto para transformarlo en molécula sin materia, solitaria y separada, circulando en vacío. Esto aún choca con la irreverencia del insconsciente, eso descubierto por Freud que no tiene lugar preciso en el cerebro, como el alma, no ubicable materialmente bajo microscopio.

Decir que aquí, hoy, cada uno cree en lo que le parece y desechar a la ligera el concepto de verosimilitud y verdad, como proclaman sueltos de cuerpo algunos voceros de ciertas modernidades que son pura contingencia y oportunismo, cuando no figuras interesadas por factores más terrenales que la reflexión estético-intelectual, muestra una desideologización empobrecedora, una despolitización como falta que roza con el lumpen-fascismo del posneoliberalismo que ya adquirió carácter de capitalismo neofeudal. En este contexto y espíritu de época, el arte y la cultura son mercancias y ganancias, inversiones, y el peronismo algo incomprensible llamado populismo por los teóricos eurocéntricos que se basan en la experiencia de la vieja Europa o los investigadores de universidades estadounidenses. Análisis pobres, nada originales, que repiten lo dicho por Braden en 1945.
El peronismo y sus celebraciones y dramas y tragedias les resultan ajenas a un gran sector de la pequeña burguesía blanca porteña y del interior sojero. En el entrecruzamiento por desvanecimiento de perfiles nítidos de clases sociales, muchísimos pobres y trabajadores en negro, no legalizados en sus labores, se identifican con esas diferentes fracciones de clase media que se definen por el consumismo como modo de alienación y fetichismo de mercado.
El peronismo, con la parte obrera sindicalizada intacta, pese a burocracias, continúa siendo una barrera que la derecha retardataria y gorila necesita sortear y, aún más, destruir. Argentina es la única nación iberoamericana. incluido Brasil, la economía más grande del subcontinente, que conserva en lucha o de barrera ese sector de proletarios unidos, aunque disminuidos y a veces acorralados. Pero en instancias críticas, funciona.
Para que esa barrera sea factor de poder capaz de negociar un proyecto de nación solidaria y equitativa necesita integrar a todas las organizaciones sociales de desocupados y pobres, a todas las ramas sindicales congregadas en otras centrales obreras más pequeñas.
También absorber a amplios sectores de clases medias que miran a la CGT con desconfianza y, a veces, creo, cierta envidia y resentimiento. Y a la juventud, la marginada y desempleada, y parte de las franjas blancas urbanas que necesitan integración de trabajo y estudio.
El peronismo debe apurar el ritmo en actualizarse en esta integración para que las nuevas tecnologías no se conviertan en el ariete que penetre todos los cerebros mainstream que creen en la hegemonía de la voluntad individual y en el engañoso y siniestro «aquí cada uno no hace lo que quiere» y se salva solo si es lo suficientemente hábil. Canibalismo que terminará por comerse a sí mismo. Y a sus peligrosos y crédulos practicantes.
(1) https://www.geracoes.org.br/abuelidad-y-transmision-psiquica-entre-generaciones
