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Fue a comienzos del 2016 cuando, apesadumbrado, como cacheteado sin defensa, comencé a advertir un entorno que habría de deformarse cada vez más, hasta el miedo, el desasosiego, la incredulidad, la desesperanza. Se lo comenté a Dork, quien comprendió de qué se trataba. Su alegre vitalidad no pudo con mi decepción. Fue desde ahí un ciclo de cuatro años en que las nuevas tecnologías informáticas, iPhone por medio, consolidaron la cultura de la cancelación. Cancelar, bloquear al otro, dejarlo fuera, como si solo existiera el odio y la selfie culo-tetas. Todo un paradigma del Desprecio y la Peste.

Después, hoy, a fines de diciembre, 2020, cuando los senadores trabajan de madrugada es probable que amanezca con una luz nueva, que habrá que cuidar. No es despoblar, aquí, en Argentina. Es una cuestión de salud pública. Y esa salud radica, desde la base, en sostener todo lo público, gratuito y laico. Para creer, para amar no hace falta privatizar lo de todos.
AMILCAR MORETTI
