CONSAGRACIÓN DE LA (ANTES) POLÉMICA OBRA DE LEÓN FERRARI: AHORA EXPUESTA EN EL MUSEO REINA SOFÍA DE ESPAÑA
(ver: www,moretticulturaeros.com.ar)

Escribe
AMILCAR MORETTI
Desde hace mucho tiempo hago una interpretación diferente de «La civilización occidental y cristiana» (1965). No digo nada nuevo al afirmar que León Ferrari fue y es un artista argentino importante, pero sí, quizás, innovo al decir que era un tipo querible, corajudo y sobre todo desbordante de humor y de una definida picardía intelectual para criticar profundo a los poderes de facto. Por supuesto que la actitud de Ferrari era desafiante, provocadora y, para el dogma, «blasfema», justo lo que deseaba claramente el artista para que su obra ganara en sentido y significado a través de una repercusión lo más amplia posible.
Lo de blasfemia, supongo, parte de intencionar -la idea explícita original de Ferrari, claro que sí- que los jets de caza militar de Estados Unidos, en nombre de Jesucristo, o más aún, «enviados» por él, bombardeaban de forma atroz al pueblo de Vietnam en plena guerra de liberación. Ferrari tenía sus razones no inapropiadas. Era la guerra del capitalismo y el mundo cristiano del Este contra la herejía comunista del Oeste.
Esta es la interpretación que ha quedado, indiscutible, ya convencional, cooptada, bien pensante. Tanto que hasta las propias autoridades de la iglesia católica abominaron de la obra. Pero hay otra interpretación, quizás desconocida y no sentida por el propio León Ferrari, quien podría haber creído que decía una cosa cuando en realidad decía otra. Se sabe: nunca se sabe lo que se dice. Y aquí voy a ser sintético: Cristo aparece crucificado al caza de guerra, y sangra. Pienso que los impíos, los amantes del becerro de oro, para humillar aún más a Cristo, lo crucifican otra una, una y mil veces en cada avión que deja caer sus bombas, como otra forma más de degradarlo, de negarlo, de no tomarlo en serio. Es la culminación de la corona de espinas, una sorna cruel frente a una figura -Cristo- que me parece, ante todo, amable y humano, demasiado.
Clavarlo a esa nave de mensaje infame y obsceno. Es la dimensión de la abyección, como Rivette dijo de «el travelling de «Kapo» de Gillo Pontecorvo. No hay grado más bajo que la abyección, el momento y circunstancia, el acto en que se despoja al otro de la dignidad al tiempo que se pierde todo sentido de la dignidad, y lo humano, pasa a ser a-humano, exento de la llamada humanidad.
De algún modo, León Ferrari con «La civilización occidental y cristiana» agrega un estigma más, uno nuevo a las pruebas del sufrimiento para su salvación de Cristo. Un estigma nuevo, pero no el último. Pienso que si los creyentes observan bien, de nuevo, con crítica mirada, de autorreconocimiento, verá que lo de Ferrari no es blasfemia, pensara lo que pensara y expusiera siempre Ferrari, padre de hijo desaparecido político.
Condenar a Cristo a asesinar desamparados sujeto a sangre y hierro a un Douglas F-4 Phantom es de una abyección tan sutil que merodea la parte más oscura del hombre, de la mujer. Y arriba es una imagen y presencia de confunde, fomenta delirios y confusiones y seduce. Pocas piezas maestras para algo de este retorcido tenebrismo iluminado a navidad. Navidad de sangre, para escarnio. Y esa es una idea más compleja y veraz que una literal blasfemia.
Buenas tardes Compañero Amilcar.
Con respecto a su nota de León Ferrari, le comento que el año pasado se me ocurrió la idea de imprimir esta remera.
La idea era que mi primo que está sin trabajo, las vendiera en la muestra que se iba a ser este año.
Bueno la remera es con un poco de humor nada más.
Le mando un afectuoso abrazo y que tenga un excelente año!!!
Me gustaMe gusta