«Uno de los aspectos centrales para lograr el atributo del ideal feminista se expresa en los modos de amar y desear, con feroces críticas a la heterosexualidad y al amor romántico: ambos aspectos de la vida sexoafectiva entrarían en el Feministómetro para sancionar a quien sostenga a alguno o ambos de esos aspectos en su vida».
MABEL BURIN (1)
https://www.pagina12.com.ar/312416-reflexiones-sobre-el-feministometro-en-el-colectivo-feminist

Escribe
AMILCAR MORETTI
Habría que volver a echar una mirada, siquiera, a «Las brujas de Salem» (The crucible, 1953), la célebre obra de Arthur Miller. «La caza de brujas no fue (…) una mera represión. Fue también, y con igual importancia, una oportunidad largamente demorada para que todo aquel inclinado a ello expresase públicamente sus culpas y pecados cobijándose en acusaciones contra las víctimas» (pág.9, Fabril Editora, Buenos Aires, 1961). En fin, otra vez un poco todo al revés, porque en río revuelto… ya se sabe. Es así entonces que parece haber surgido un nuevo «partido» político: el victimarismo. Las victimaristas, sobre todo.
El victimarismo se especializa en la victimización de las que, también, muchas veces, son responsables, oportunistas, o sobornadas. No hay una responsabilidad homóloga y homogénea, uniforme, que diluye responsabilidades, justamente. Si todos somos culpables, nadie lo es. No es así. Todos somos iguales, pero algunos parecen ser más iguales que otros (George Orwell). El asunto es mucho más complejo y sucio que el fantaseado «patriarcado». La víctima, o supuesta víctima, milita inducida en el victamarismo -incide sobre el debido proceso y crucifixión y escarnio públicos- y se erige en fiscal incuestionable, en razón de su género, acusadora del varón, el «macho», violador o violento, o no. Sin hablar del cenagoso pero impreciso espacio de la violencia o agresividad simbólica, que existe, claro, aunque bien repartido. Eva Giberti da un dato interesante: entre agosto y setiembre de pandemia, hubo un aumento de agresión de hijos por parte del Padre (varón) del 58,7 %. Pero la agresión de las madres (mujeres) a sus hijas e hijos creció de un mes al otro el 156,9 % (2).

Días pasados me referí a nueva militancia que también hay, como es lógico, en el peronismo (3), hoy en el gobierno mediante una política frentista. Mucha de esa militancia es o dice ser feminista, lo cual es concordante con la ampliación y reconocimiento de nuevos derechos. Sucede, empero, que muchas se muestran no tanto peronistas como feministas del peronismo. Es decir, primero serían feministas y después, peronistas. En el peronismo, que a todos abarca como movimiento de masas, lo primero es ser peronista y luego y al mismo tiempo incorporar la propia mochila de los feminismos. Y entre esos agregados puede haber trazo machista, ¿porqué no?, dado que siempre se puede persuadir y corregir. Dos observaciones: no se trata de tirar todos los días un varón o macho por la ventana. Primero, somos peronistas, y después ingresa el feminismo. A la inversa, es «entrismo», que bien sabemos como terminó en los años 70. Los derechos de las mujeres, incuestionables, por supuesto. El peronismo tuvo desde siempre una fuerte rama femenina, conducida por la misma Eva. Y con ella ganó las elecciones y convirtió a la costurera en proletaria.

Hay que aclarar que para estar dentro de los feminismos no es necesario ser peronista. En cambio, a esta altura para ser peronista sí es necesario aportar una defensa de los derechos femeninos en tendencia popular, nacional e íberoamericana, igualitaria y democrática. Dentro del peronismo, aún más en el frentismo peronista actual, no cabe la imposición de los feminismos descalificadores de la heterosexualidad y las formas de amor cortés-romántico, o sexo-afectivas mujer-varón. Si el goce-placer heterosexual es el centro de la conflictividad irresuelta de la sexualidad aún hoy, la imposición de un supremacismo elitista y teorético de feminismos del norte es disolvente de la unidad del populismo peronista.
La diversidad aquí debe estar inmersa en el peronismo como un área más. Los feminismos exclusivistas y excluyentes no remontan a un supuesto «femi-nazismo» sino que, más bien, viene con la apariencia de continuidad de algunas izquierdas puristas y dogmáticas que abrevan en el asfixiante comisariado estalinista de la cultura en combinación con nueva Liga de Madres de Familia. Solo que por mujeres, feministas de la diversidad, en general, no heterosexuales. Repito que hay quien sospecha que la próxima -y ya actual- «grieta» es entre hombres y mujeres. ¡Ojo con ese divisionismo matricial! Vale también recuperar la novela del argentino Pablo Chernov «Naturaleza humana». Que a la distopía de un capitalismo neofeudal de control global y criptomonedas y pandemias de despoblamiento no se agregue la esterilidad del odio antiheterosexual.
(1) Mabel Burin es doctora en psicología, directora del Programa de Estudios de Género y Subjetividad en la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES), Buenos Aires.
(2) EVA GIBERTI. «Madres de la pandemia». Pág. 20, Diario Página12, 16 de diciembre del 2020. Buenos Aires.
https://www.pagina12.com.ar/312160-madres-en-la-pandemia
(3) https://amilcarmoretti.wordpress.com/2020/12/06/che-papusa-oi-canta-carlos-gardel-escribe-amilcar-moretti/