No olvido el patético reportaje televisivo a que se sometió el actor Matt Damon, cerca de octubre del 2017, cuando estalló en Hollywood el escándalo del productor de cine Weinstein. Damon, tímidamente había señalado que a raíz de las denuncias de actrices agredidas se había creado un clima de distanciamiento y desconfianza entre hombres y mujeres. Su carrera entró en peligro. George Clooney, un inteligente cineasta además de actor, hombre seguramente vinculado al Departamento de Estado y la CIA, debió ayudarlo con su presencia y palabras para despejar dudas en la televisión en torno al «error» de su observación. Además, todos sabían, saben y supieron siempre qué ocurre en Hollywood. Forma parte indisoluble de la esencia e historia misma durante el siglo XX de la industria del cine más poderosa del mundo (1). El pedido de disculpas de Damon fue lastimoso, tan acobardado y abatatado estaba. Clooney lo salvó. Clooney era cercano a Harvey Weinstein, al igual que muchas actrices, actores y realizadores de la última mejor época de Hollywood alrededor de Miramax, la productora de Weinstein. Casualidad: se consolidó la era Netflix.

“El final de la película UN MURO DE SILENCIO (1993), cuando la nena, la hija de la protagonista, le pregunta si la gente sabía lo que estaba pasando durante la dictadura (cívico-militar argentina), (…) ella le contesta tan contundentemente TODOS SABÍAN…»
Lita Stantic, directora del filme sobre los 30 mil desaparecidos políticos en Argentina. (2)
Cada vez que asoma el resurgimiento y expansión de climas puritanos, en especial moral y (hetero)sexual pero también político y evangélico, resultado de la fatídica «corrección política» que tanto daño hizo tras la Caída de la URSS y el Muro de Berlín, es oportuno ponerse en alerta. Bajo el paraguas de grandes movilizaciones callejeras que luchan por legítimos reclamos e igualdades, la instalación de «protocolos contra la agresión sexual» con investigación y sanciones para «miradas insinuantes» de un varón a una mujer (no parece a la inversa), tiene ecos de Comisariado de Salud y Rehabilitación Moral y Política de Heterosexuales. Comisarias de Moral Sexual. Estalinismo y no «feminazis». Liga de Madres de Familia en defensa de la salud moral pública, desde otro ángulo. El abogado debajo de la cama (Rita Segato) y el policía entre las sábanas. ¡Ojo con eso! Tarde o temprano habrá de absorberlo la derecha más retardataria. (3)
¿Qué es una «mirada insinuante» que puede costarte el trabajo o una sentencia punitativa mucho peor y grave? ¿Mirar maníacamente el culo o las tetas de una mujer? ¿Mirar al pasar el ondular de resaltadas nalgas femeninas? ¿Mirarla a los ojos? La seducción, la liga amorosa, se concreta mediante la mirada. Mirando a la cara. La mirada, aún furtiva, basta. Si hay evitación, se sabe a qué atenerse. Es la mirada, el cruce de miradas, el inicio del cortejo. Además, ¿decirle a una mujer «¡Qué bien que luces esta noche!» es lo mismo que espetarle «¡qué culo tenés negra!»? ¿Es lo mismo? ¿O será que solo se permite decirlo si se gana un Oscar como cuando el magistral Jerome Kern (poema de Dorothy Fields) compuso «The Way You Look Tonight“?»

«Tenía (Harvey Weinstein) la volcánica generosidad de un monarca cuando se trataba de aquellos que estaban en su círculo. Y la ferviente necesidad de lealtad de un capo mafioso.
«¡Pero nunca nos importó! ¿Qué pasaba con lo que estaba haciendo por la cultura? Haciendo películas espléndidas en un momento donde todos los demás estaban produciendo bobas copias de ‘Independence Day’.
«Era glorioso. Todo ello.
«Así que, ¿y si iba un poco fuerte con algunas jóvenes modelos que habían movido montañas para colarse en una de sus fiestas? ¿Y si se exponía a sí mismo, en una habitación de hotel de cinco estrellas, como una caricatura sacada del Mad Magazine? ¿A quién llamábamos tonto? No es frecuente cruzarse con la Gallina de los Huevos de Oro».
(SCOTT ROSENBERG, guionista de «Cosas que hacer en Denver cuando estás muerto», «Bel Air» y «Beautiful Girls» (1996), todas de Miramax de Weinstein) (4)

Tampoco olvido la argumentación razonable que expuso el actor Matt Damon cuando explotó el escándalo sexual Weinstein. Palabras más, palabras menos: «¿Con qué derecho podía decir algo si Gwynet Paltrow (actriz y de las principales denunciantes) era la Reina de Miramax? La preferida y no ostentaba disgusto ni quejas en ese rol». Algo así como la predilecta, amante obligada o no, del multimillonario Weinstein. No se trataba del sustento diario sino del estrellato, la fama mundial y mucha, muchísima cantidad de dinero, al alcance de muy pocos actores y actrices del mundo. Gwynet Paltrow, quien ha sido cuestionada por organismos de salud por promover productos «naturistas» de su propia empresa, como unos huevos vaginales de «efectos terapéuticos», no hace mucho celebró su cumpleaños 48 con desnudos de alta repercusión en las redes. La duda que algunos se plantean es si la estrella decidió hablar cuando dentro del mundo de la industria del espectáculo, central en Estados Unidos, y unida a la industria armamentística y corporaciones farmacéuticas, por diseño del Departamento de Estado decidieron bajarle el dedo al famoso productor. Vale recordar al respecto al Leonardo DiCaprio como el magnate Howard Hughes cuando es destruido por las grandes corporaciones en «El aviador», el filme de Scorsese del 2004.
(2) https://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/9-9800-2014-06-15.html
3) http://www.elespectadorimaginario.com/el-codigo-hays-para-un-hollywood-proveedor-de-estereotipos/