Pasa el día sentado frente al fuego cuando es invierno
y recostado en una hamaca que colgó bajo los sauces en verano.
Apenas puede leer lo que él mismo ha escrito,
sus ojos cansados ya no buscan más en el horizonte la llegada de amigos.
Sabe que la mayoría han muerto y los que siguen vivos, como él,
ya no pueden ir a ningún lado.
Cada tanto una vecina pasa más que nada para curiosear,
le pregunta si comió, cómo está, si le duelen los huesos…
Chácharas de vieja, dice él, y contesta displicente,
pero el día que la vecina no golpea su puerta
se pregunta qué habrá sucedido.
Dos veces al día camina con pasos flojos
hasta la costa del río y trae unos baldes de agua.
Es poco lo que consume,
casi toda el agua se va en regar unas verduras
que apenas se distinguen de los yuyos……
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