
«Cuando lo tengo, no puedo ocultarme el deseo.
«El deseo lo tengo. No puedo no desearlo. Es como que desea solo. El deseo se desea (solo).
«Con mi deseo -cuyo surgimiento no manejo a gusto ni según juicio racional- , no puedo hacer nada, no puedo negarlo. Está ahí. El deseo, desea. Bueno, sí, puedo “negarlo”. Pero está ahí.
«Sí, claro, lo controlo y subordino en la conducta.
«Recuerdo que el 3 de abril, entre las 15 y las 19, estuve ilusionado. Ilusionado de iluso. Yo, el iluso. Siempre fui bastante iluso. Me invento ilusiones. La vez pasada me preguntaron si tenía sueños. Dije que ya no, ya no noto que tenga sueños. Sí me ilusiono. Es porque tengo confianza. Mejor: renuevo confianza. No esperanza. Confianza. Siempre me creí el cine, el circo. Siempre me creí en serio la ilusión: la ilusión del cine, más que nada. Y a veces he llegado a no distinguirla de lo llamado real. Aún me pasa, menos, bastante menos.
«Bueno, ya sabes. No sueño. Hago ilusiones. Me invento ilusiones. Me ilusiono. Ilusiono.
«Eso: ilusiono. Eso: hago de mago conmigo mismo. Magia conmigo. Me hago truco. El truco soy yo. No la mentira, no la patraña. La ilusión, digo.
«Eso: ilusiono.
«(Diccionario de la Real Academia Española:»ilusión. (Del lat. illusĭo, -ōnis). f. Concepto, imagen o representación sin verdadera realidad, sugeridos por la imaginación o causados por engaño de los sentidos. || 2. Esperanza cuyo cumplimiento parece especialmente atractivo. || 3. Viva complacencia en una persona, una cosa, una tarea, etc.» ||)
«La película «Las noches de Cabiria» de Fellini. Una especie de Cabirio.
«Y poco más.
«No hay mucho más que eso.
«Yo me ilusiono siempre. Me ilusioné siempre.
«Casi siempre cierra la desilusión. Me afecta.
» Recobro confianza. Me ilusiono de nuevo. Desilusión, otra vez.
«Mi «compulsión a la repetición», según Freud, mi neurótica de autor.
«Y un detalle no menor: a veces no me he dado cuenta de la ilusión del otro. No la he percibido siquiera. Me ha sucedido. Me contaron o, peor aún, me dí cuenta décadas después. Debe ser muy feo también eso: que ni siquiera se den (me haya dado) cuenta que estás (estaba) ilusionado. ¿Y quién es responsable allí? ¿El Otro que se ilusionó? ¿El que ilusiona, en falso, «sin verdadera realidad, por sugerencia de su imaginación o a causa del engaño de sus sentidos», como dice el Diccionario de la Real Academia Española. ¿O soy yo (también) el responsable porque expreso algo que al otro le genera Ilusión? ¿Solo locura-Neurótica del otro? ¿O también Neurótica loca mía?
«No sé. Y pienso también en los que se habrán ilusionado, hecho Ilusión (Locura) conmigo y yo nunca me enteré. ¿Qué habrán hecho con eso, con esa Ilusión?»
(Amílcar Moretti. 23 de mayo 2013)
(1) IMAGO
«Prototipo inconsciente de personajes que orienta electivamente la forma en que el sujeto aprehende a los demás. Se elabora a partir de las primeras relaciones intersubjetivas reales y fantaseadas con el ambiente familiar. El concepto de imago lo debemos a Jung (1911), que describe la imago materna, paterna, fraterna. La imago y el complejo son conceptos afines; ambos guardan relación con el mismo campo: las relaciones del niño con su ambiente familiar y social. Pero el complejo designa el efecto que ejerce sobre el sujeto el conjunto de la situación interpersonal, mientras que la imago designa la pervivencia imaginaria de alguno de los participantes en aquella situación. Con frecuencia se define la imago como una «representación inconsciente»; pero es necesario ver en ella, más que una imagen, un esquema imaginario adquirido, un clisé estático a través del cual el sujeto se enfrenta a otro. Por consiguiente, la imago puede objetivarse tanto en sentimientos y conductas como en imágenes. Añadamos que no debe entenderse como un reflejo de lo real, ni siquiera más o menos deformado; es por ello que la imago de un padre terrible puede muy bien corresponder a un padre real débil.»
(de http://www.tuanalista.com/Diccionario-Psicoanalisis/5713/Imago.htm
