Escribe
AMÍLCAR MORETTI
Domingo 19 de mayo 2013
La Plata. Argentina.
Se murió y no sentí nada. Se murió. Al final, se murió como todos, o casi todos, porque él pudo hacerlo en su cama, dormido, aparentemente. Sus miles de martirizados, no. Murieron en tormento físico y psíquico. Cuando me dieron la noticia: «Se murió Videla», no sentí nada. Quedé impasible, emocionalmente indiferente. No sentí satisfacción. Lamenté sí que pudieran vivir humanos como él, que vivan aún, y que probablemente los haya en el futuro, formados ya para esa tarea, su misma tarea y sus mismas creencias.
Se murió como otros de su gobierno y gestión, ancianos, sin tormentos físicos, salvo las miserias de la vejez. Dicen que no era el peor. Que otros, ya muertos, como los ex generales Suárez Mason, Bussi en Tucumán que mataba prisioneros indefensos a garrotazos, Saint Jean o el aún vivo Benjamín Menéndez, eran (es) peores, más feroces, más brutales, más impiadosos. Esa fue, en apariencia, la «equivocación» irreparable del Partido Comunista: lo apoyó frente a los «duros» como Suárez Mason y Menéndez. Además de las exportaciones arregladas hacia la ex Unión Soviética (Rusia Comunista, ya pasada) en medio de un embargo de Estados Unidos, seguro se planteaba sobre la mesa una elección como en «La decisión de Sophie» (1): ¿qué es menos peor? ¿Entre qué elegimos? ¿30 mil asesinados, violados y torturados por orden de él o 70 mil o 100 mil por decisión de Suárez Mason, Bussi, Menéndez? Solo nombrar a estos tres últimos militares producía miedo, terror, pánico y sobrecogimiento en 1978, por citar un año de apogeo.
Murió juzgado y en prisión. Durante muchos años, décadas, fue inimaginable. Tuvieron que ver en ese comienzo de reparación la actitud inicial de Raúl Alfonsín (el histórico y glorioso juicio a las juntas militares de la última dictadura) y la década de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner. Hoy pienso que es el logro reparatorio en la ética y politización solidaria democrática argentina más importante de Cristina, entre otros de mucha importancia. Lo pienso así con máxima reflexión y decencia intelectual. Esa reparación colectiva política es la única que nos puede salvar o proteger para el futuro mundial en ciernes, ya planificado.
Se murió, como murieron por envejecimiento Massera, Galtieri, Martínez de Hoz y otros, civiles y militares. Falta avanzar mucho en la reparación social colectiva, con la verdad y la sanción legal a los protagonistas del genocidio, militares, sí claro, pero también empresarios, curas, profesionales, sindicalistas y policías. Esa es la base sobre la cual podremos asentarnos con notable firmeza, pero sin dejar de pensar cada vez con mayor reflexión, conocimiento, información, habilidad, solidaridad, sentido de la oportunidad, igualdad y equidad en el futuro que ya está trazado para los próximos 50 años por el Imperio Global sin Centro, con núcleo de operaciones militar, comunicacional y de entretenimiento en Estados Unidos.
Hay que sentar la integración y el mayor crecimiento y desarrollo interno en vínculo regional con los países de procesos nacionales, populares y democráticos del subcontinente, y otros vecinos con los que debemos empeñarnos en convivir y, llegado el caso, ayudar en circunstancias de necesidad colectiva y estratégica. Todo el Sur del planeta debe ser bien recibido y conectado y ampliar con él el intercambio cultural, la identificación de objetivos culturales (no necesariamente ilustrados) en materia de civilización, cultura, valores, objetivos, destinos, supervivencia. El BRIC está allí, y debe ser sólo un comienzo. Como nación de -afortunadamente- no guerreros, debemos consolidar nuestro espacio mediante la profundización de nuestra ventaja comparativa en materia de naturaleza, intelectual, de conocimiento y cultural en todas sus formas.
Se murió. Deben seguir los juicios a los represores del genocidio, más que nunca. Y pensar ya en la gravedad de lo que se nos viene. Para que no suceda lo mismo que con el finado.
(1) «La decisión de Sophie», la novela del norteamericano William Styron, uno de los más grandes narradores del siglo XX. Allí una madre, Sophie, prisionera de los nazis debe decidir sobre cuál de sus dos hijos entrega para la cámara de gas, según le da a elegir «democráticamente» un oficial de las SS. El libro se llevó al cine en 1983 con Meryl Streep en el protagónico, en una producción británica dirigida por el talento Alan Pakula, ya fallecido.


VIVA VIDELA POR SIEMPRE
VIVA VIDELA POR SIEMPRE, VIVA EL PROCESO DE REORGANIZACION NACIONAL.
30.000 FUERON POCO.
MIREN COMO ESTA LA ARGENTINA HOY
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La muerte de Videla no puede entristecer ni a su familia. Fue un miserable total, como todos los muchos que lo secundaron. Entre tantos que estàn libres, a uno que me gustarìa ver preso es a Menem, que indultò a los asesinos y es un prototipo del corrupto y vendepatria.
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