

MARLEN, así le gustaba llamarse (en realidad, Marlene, como Dietrich), fue percibida por mí como una muchacha de madurez apurada, puro nervio, apuro, ansiedad. No pasaba por un buen momento en esas dos oportunidades, el año pasado, en que nos reunimos para sesiones de fotos en desnudez. Pero lo afrontaba con coraje, acaso con una gran angustia que su rostro, maquillado, y su hablar vertiginoso, de acumulación, no podían disimular. Por cierto, discrepamos, enseguida. No podía ser de otra forma. En mi interior lo había previsto, pero me dejé llevar por la torpeza de la tentación. Nos encontramos en sesiones, cortamos, nos reunimos de nuevo, cortamos, y así como dos en malentendido pudiéramos haber seguido por largo tiempo. Fue ella quien con clara percepción, me reprochó: «¿Pero es que no diferenciás la fantasía de la realidad?». Por supuesto que no, escribí, semanas después, en un texto aquí. A los que nos criamos y formamos en cine siempre nos costó hacer esa diferenciación. Por eso Woody Allen baja sus personajes (ficticios) de la pantalla (sobreficticia) hasta la realidad (ficticia) de su película de pura ficción, «La rosa púrpura del Cairo» (1985). Ya lo había hecho en 1972, cuando dio para el cine su obra de teatro «Sueños de seductor» (dirigida por Herbert Ross), en que Humphrey Bogart con piloto o trench como Rick Blaine en «Casablanca» se le aparece al atribulado Woody para aconsejarlo en cuestiones de amor. Cualquier buen neurótico entra y sale entre la fantasía y lo real como cualquier buen vecino, sin demasiados padeceres, con «sufrimientos» rutinariamente soportables. Un psicópata, no; conoce siempre la realidad de cómo destruir al otro. Un psicótico se ha inventado para sí la fantasía y es posible, es seguro, que no sufre. Sólo el neurótico padece. Marlen fue persistente, resistente frente a sus contratiempos y vivió, doy fe, circunstancias duras en la gran ciudad. Tal vez se destemplara, descarrilaba por exceso de energía y voluntad para confrontar con un gran tema humano: la supervivencia. Pero no hay locomotora que aguante si la carga es excesiva y el trayecto no dibuja buenas condiciones. Ella posaba bien, diría que muy bien el desnudo, sabía y era consciente de mover, distender y tensionar su cuerpo desnudo. Fibrosa, delgada, pequeña y atractiva, esta morocha de cabellera negra larguísima y brillante, fulminaba con sus ojos, encrespaba en instantes de tirantez, apelaba a su hablar de mujer bien formada en temas de seguridad, a mi entender con mirada reaccionaria. Manejaba ducha las palabras, sabía donde dirigirlas hacia el otro y no dejaba de advertirse una instrucción terciaria aplicada. Pero, como ahora pienso, o conjeturo, tal vez pura fantasía, la vida, lo real es otra cosa. (AMILCAR MORETTI)

Modelo: Marlen (Marlene)
Fotos y texto por AMÍLCAR MORETTI. Jueves 25 de abril 2013. Argentina, en La Plata, a 60 kms. de Buenos Aires, al Sur.