
«Observa que en el deseo sexual «la conciencia se hace cuerpo, para apropiarse del cuerpo ajeno». Pero ese cuerpo solo es deseable por el hecho de la conciencia que lleva con él, que lo «trasciende», y que ningún otro puede poseer. Es la paradoja del deseo, que lo aboca al fracaso y a la repetición.. Se trata de apropiarse del otro, al menos en cierto sentido, no como libertad, pues eso no es posible, sino «enviscando su libertad» a la contingencia facticidad de la carne (por el contraste con el cuerpo en situación o en acto). (1) Eso es lo perturbador (2) en el deseo, y también es lo deleitable, como una impureza esencial.»
«Es en este sentido,añade Sartre, «las caricias son la apropiación del cuerpo del otro»: (3) estas transforman al cuerpo en carne, al sujeto en objeto, a la actividad en pasividad, a la libertad en facticidad (en puro o impuro «estar-aquí»). Es el propio deseo, tal y como se manifiesta en la relación con el otro: «el deseo se expresa por la caricia como el pensamiento por el lenguaje». (4) La erección, incluso solitaria, es «la afirmación de la carne por la carne». La caricia sería más bien desvelamiento de la carne (de uno) por la carne (del otro). Acariciar es realizar la «doble encarnación recíproca» (el devenir carne) de sí y del otro.»
(ANDRÉ COMTE-SPONVILLE» en «Ni el sexo ni la muerte. Tres ensayos sobre el amor y la sexualidad». Pág. 116 de la edición de diciembre pasado por la Ed. Paidós)
1) «El ser y la nada», de J. P. Sarte, pág. 417 y 427.
2) «El ser y la nada», págs. 422 y 427.
3) y 4) «El ser y la nada», pág. 412.

Modelo: Tati
AMÍLCAR MORETTI, fotos. Selección de texto y compaginación musical. Martes 16 de abril 2013, cuando ya termina el día. Argentina.