(Agregado del 23 de noviembre del 2020)
Unos retratos en color, después en blanco y negro. Solía repetir que esa chica era luminosa, al principio de la década pasada. Era jovencita y rotunda, blanca y blanda como el agua blanda, y con una melena apabullante. Llena de vitalidad. Fotografía hice siempre, desde los 10 o 12 años, según las cámaras que podía conseguir, siempre incomprables. Conocí una réflex recién a los 20, una maciza y precisa Exakta alemana que había adquirido mi hermano. Extraordinaria, considerada la inventora de las réflex 35 mm. Aunque mi profesión fue siempre escribir, durante décadas saqué fotos de casi todo y todos los que estaban en mi hogar. Después fui jefe de fotografía y televisión de la Gobernación de Buenos Aires y entonces, con equipos más accesibles en precio, me dediqué al desnudo femenino. Recién pude comenzar a publicar en el 2010, con la llegada de internet. Antes de eso los desnudos -discretos- apenas eran permitidos en dos revistas de fotografía de Buenos Aires. Una hermética y pesada censura sufrida durante casi toda mi existencia. Más de la mitad de mi vida la pasé en dictaduras militares de ultraderecha. Al no poder hablar ni escribir lo que pensaba, sumaba no poder mostrar lo que fotografiaba. Una mierda, una verdadera mierda. Ahora, ya en el tramo final, veo con frustración, aprensión y bronca que algunas tendencias del movimiento de mujeres, en función de algunos avances de poder, miran de reojo el desnudo femenino en fotografía. «Machista, patriarcal, objetivizador, victimario de vulnerabilidad mujer», dicen, aunque ella reciba paga y contrato de trabajo. Lo voluptuoso causa malestar, y la desnudez parece aceptable con mirada femenina distante y fría. Me temo que la combinación entre neofeudalismo financiero, derechos civiles de minorías y vigilancia de la integridad sexual femenina, concluyan no en dignidad de igualdad social y libertad sino en un oscuro puritanismo clasista mundial. El amo y el esclavo. El Ama y el esclavo. Me resisto a ser esclavo, aunque con la represión dura y el escarnio nunca se sabe. La censura moral sexual avanza, debajo o junto a la diversidad. Mientras, en el boom crack mental de las redes digitales explotan los culo-tetas del estilo «selfi espejo».
AMILCAR MORETTI

Una hermética y pesada censura sufrida durante casi toda mi existencia. Más de la mitad de mi vida la pasé en dictaduras militares de ultraderecha. Al no poder hablar ni escribir lo que pensaba, sumaba no poder mostrar lo que fotografiaba. Una mierda, una verdadera mierda.

Imágenes reeditadas en noviembre del 2020. Los originales se registraron el 14 de setiembre del 2011. Fueron revisadas y compuesta para su primera publicación jueves 25 de octubre 2012.
Florencia es muy bella!! me gusta esta edición.
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Sí, ella resplandece. Siempre se lo dije: ilumina. Tiene esa cualidad. Después están los que quieren apagar cualquier luz.
Gracias, Ricardo
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