Gilles Deleuze (1925-1995), filósofo francés. En el sol de Grecia.
Postdata sobre las sociedades de control,
Deleuze
(reproducido por rossmannburo / 2 enero, 2012)
http://rossmannburo.wordpress.com/2012/01/02/postdata-sobre-las-sociedades-de-control-deleuze/
I. HISTORIA
“Foucault situó las sociedades disciplinarias en los siglos XVIII y XIX; estas sociedades
alcanzan su apogeo a principios del XX, y proceden a la organización de los grandes
espacios de encierro. El individuo no deja de pasar de un espacio cerrado a otro, cada
uno con sus leyes: primero la familia, después la escuela (“acá ya no estás en tu casa”),
después el cuartel (“acá ya no estás en la escuela”), después la fábrica, de tanto en tanto
el hospital, y eventualmente la prisión, que es el lugar de encierro por excelencia. Es la
prisión la que sirve de modelo analógico: la heroína de Europa 51 puede exclamar,
cuando ve a unos obreros: “me pareció ver a unos condenados…”. Foucault analizó muy
bien el proyecto ideal de los lugares de encierro, particularmente visible en la fábrica:
concentrar, repartir en el espacio, ordenar en el tiempo, componer en el espacio-tiempo
una fuerza productiva cuyo efecto debe ser superior a la suma de las fuerzas elementales.
Pero lo que Foucault también sabía era la brevedad del modelo: sucedía a las sociedades
de soberanía, cuyo objetivo y funciones eran muy otros (recaudar más que organizar la
producción, decidir la muerte más que administrar la vida); la transición se hizo
progresivamente, y Napoleón parecía operar la gran conversión de una sociedad a otra.
Pero las disciplinas a su vez sufrirían una crisis, en beneficio de nuevas fuerzas que se
irían instalando lentamente, y que se precipitarían tras la segunda guerra mundial: las
sociedades disciplinarias eran lo que ya no éramos, lo que dejábamos de ser.
Estamos en una crisis generalizada de todos los lugares de encierro: prisión, hospital,
fábrica, escuela, familia. La familia es un “interior” en crisis como todos los interiores,
escolares, profesionales, etc. Los ministros competentes no han dejado de anunciar
reformas supuestamente necesarias. Reformar la escuela, reformar la industria, el
hospital, el ejército, la prisión: pero todos saben que estas instituciones están terminadas,
a más o menos corto plazo. Sólo se trata de administrar su agonía y de ocupar a la gente
hasta la instalación de las nuevas fuerzas que están golpeando la puerta. Son las
sociedades de control las que están reemplazando a las sociedades disciplinarias.
“Control” es el nombre que Burroughs propone para designar al nuevo monstruo, y que
Foucault reconocía como nuestro futuro próximo. Paul Virilio no deja de analizar las
formas ultrarrápidas de control al aire libre, que reemplazan a las viejas disciplinas que
operan en la duración de un sistema cerrado. No se trata de invocar las producciones
farmacéuticas extraordinarias, las formaciones nucleares, las manipulaciones genéticas,
aunque estén destinadas a intervenir en el nuevo proceso. No se trata de preguntar cuál
régimen es más duro, o más tolerable, ya que en cada uno de ellos se enfrentan las
liberaciones y las servidumbres. Por ejemplo, en la crisis del hospital como lugar de
encierro, la sectorización, los hospitales de día, la atención a domicilio pudieron marcar al
principio nuevas libertades, pero participan también de mecanismos de control que
rivalizan con los más duros encierros. No se trata de temer o de esperar, sino de buscar
nuevas armas.”
(texto completo en
http://www.philosophia.cl/articulos/antiguos0102/controldel.pdf )
Acotación
Por
AMÍLCAR MORETTI
Nuestras sociedades latinoamericanas, las únicas en el mundo que han podido articular una respuesta sostenida a las políticas de mercado neoconservadoras, sufren por tal motivo constantes intentos de interrupciones violentas o de deformación informativa de sus recientes democracias (en Honduras, la agresión fracasada a la Venezuela de Chávez, el levantamiento policial, frustrado en Ecuador, las invasiones disimuladas de Haití y Costa Rica, la injerencia en el Congreso de Paraguay, las permanentes agresiones a la Bolivia de Evo Morales -con intentos de magnicido, como en Venezuela- y las recicladas presiones indirectas y directas a Argentina y Brasil). En general se basan en operativos de inteligencia, en denuncias supermediatizadas de hechos de corrupción y fallas o errores de gestión. También, sobre todo, en la permanente campaña de persuasión a través de los más grandes medios para crear un «sentido común» en amplios estratos sociales medios que llegan a actuar en contra de sus propios intereses de asalariados con ventajas, empleados públicos con regímenes diferenciados, profesionales y cuentapropistas con ingresos atendibles. Se trata de la reacción de conformar una «nueva subjetividad» que no responda a una estructuración en función de la percepción directa o cercana a la realidad experimentada sino en función de las ilusiones retardatarias que generan los medios, en especial la televisión.
No puede ignorarse que tras el fracaso de las largas y muchas veces brutales dictaduras en toda América latina, sustentadas por Estados Unidos y en diferente grado por varios países centrales de Europa, a partir de los años 80 y 90, según el razonamiento de Gilles deleuze, las sociedades disciplinarias, aquí en el Continente de abierta represión -genocidios incluídos: 30 mil desaparecidos en Argentina, de 4 a 5 mil en Chile, y procesos similares en Bolivia, Paraguar, Brasil y Ecuador- han evolucionado a distintas formas y grados de sociedades de control. Un ejemplo casi paradójico es que las derechas, de larga tradición destructiva de países enteros y de duras políticas de marginación social suelen ganar las elecciones de modo muchas veces impecable. Los mismos ciudadanos descontentos con lo parcial e insuficiente de las políticas de recuperación social y económica y mayores libertades civiles de los gobiernos populares y populistas, suelen apoyar gestiones de derecha conservadora que se basan en la profundización de la injusticia social, la regresión distributiva y la concentración de la riqueza, por lo habitual conseguida con métodos si no corruptos al menos de naturaleza difusa.
Hay dos dudas o reparos que hoy, por ejemplo en Argentina, y en todos los países de la UNASUR, yo tendría muy en cuenta al hacer aquí una crítica radical a las sociedades de control (con amenaza de revertir a sociedades disciplinarias o de marginación brutalizante). Una es que amplios sectores de población marginada durante tres, cuatro o más generaciones han sido privadas de cualquier forma de trabajo y nunca pudieron transponer la puerta de una fábrica, tanto que incluso han perdido los hábitos y destrezas de trabajo. Para estos amplios grupos fuera del mercado hay que tomar con mucha reserva y cuidado el cuestionamiento de la incorporación a la economía y sistema formales (burgueses, si se quiere), con sus controles evidentes, porque en primera instancia eso permite rescatar al humano de la brutalización de la indigencia. Se trata, de un arma de doble filo y futuro o derivaciones inciertas. Pero siempre he dicho que un alienado que come está en mejor estado que un semi-rracional desnutrido que no puede accionar por falta de lugar y oportunidades. Más aún en casos de niños. Cuando un niño muere desnutrido no valen análisis lúcidos sobre los manejos del control piramidal. Sí sabe pensar en nuevas formas que desarmen esos mecanismos ilusorios controlares.
La otra objeción -que habría también que discutir si hay lugar y tiempo en estos momentos de ofensiva de la derecha y el poder, desde los centros mundiales de las maquinarias militar y comunicacional-, tiene que ver con que las diferentes experiencias neodesarrollistas y de ampliación de redistribución reparatoria de ingresos y recuperación de derechos básicos políticos, sociales, civiles, sexuales y de género, pueden llegar a venir con atisbos o fuertes matices propios de las sociedades de control deleuziana. Es cierto. Tal vez sea el Talón de Aquiles de los gobiernos populistas neodistribucionistas como los de Kircher, Chávez más radical y Correa en Ecuador (en Paraguay el presidente tiene las manos atadas por un Congreso manejado por un organismo de ayuda social norteamericano y las viejas oligarquías lugareñas).
Pero, aunque exista el peligro para la sustentación a futuro, no debe dejar de mencionarse que, por un lado, son las amplias capas de sectores medios reaccionarios -beneficiados por el distribucionismo y recuperación del mercado interno- las que en mayor grado parecen adherir entusiastas a las construcciones virtuales de la sociedad de control, a los que añaden reclamos de represión o medidas disciplinarias de propósito altamente peligroso e intenciones no muy precisas.
Los sectores bajos o de profesionales y de trabajadores, en distintas escalas e inserciones sociales, sufren también la vigencia de los medios de control de la subjetividad, pero están más preparados, a través de la sindicalización -por burócratica que sea- y la mayor politización, para ensayar actos de lucidez y reflexión y articular nuevas estrategias y actos de réplica social que permitan el mantenimiento de una sociedad democrática. Una de las peores cosas que podrían suceder en los países del Continente es que las políticas de control, junto a la recuperación de métodos de las sociedades disciplinarias, fueran puestas en marcha y fortalecidas por sociedades democráticas (al menos en lo formal, a través de libres comicios) de métodos autoritarios, manejadas por los grupos concentrados nacionales o multinacionales que estuvieron detrás o coincidieron siempre con las más brutales dictaduras militares de todo el siglo XX.
Deleuze (izq.) y Foucault (der.), en manifestaciones públicas. En el medio, al fondo, Mira Jean Pual Sartre. Los dos primeros, hoy más leídos, son siempre centro de invalidaciones por los teólogos más conservadores.
Miércoles 11 de abril 2012, cerca de la medianoche. Argentina (a 60 kms. de Buenos Aires, aún).