Modelo: Violeta
EL CUERPO-DRAMA
DE VIOLETA DESNUDA
Escribe
AMÍLCAR MORETTI
De las 30 modelos que he fotografiado en situación de desnudez en el curso de los últimos dos años, siempre tuve claro que una de las más expresivas, en lo dramático, ha sido Violeta, en una sesión del 2011, la única vez que trabajé con ella. Violeta, de quien hace unos días -ver varios posts atrás, en una primera serie -pero en color- que lleva el mismo título que ésta- tiene algo fundamental para mí en cuanto a cuerpo humano en estado de desnudo. Tiene drama. Expresa tensiones y conflicto.
Soy un convencido que los mejores desnudos de mujer no tienen que ver tanto con la belleza corporal -según normas que varían en función de modas, épocas, sociedades, culturas, necesidades políticas, sexualidades activas y reprimidas, imaginarios, maquillajes, fotoshopeos, etc.- como con la capacidad del cuerpo de expresar (actuar) emociones. No mentir sino actuar. No simular sino actuar.
Esto es lo que yo llamo Drama en el desnudo. Conflicto, tensión. Y eso hay que actuarlo. Hay que saber actuar la desnudez. Ya dije más de una vez que la desnudez fotografiable con algún grado de expresividad -sea erotizado o no, resulte erotizante o no- es proporcional a la calidad de la actuación del desnudo. Desnudez fotografiable y fotografiada como modo de expresión -del autor y de la modelo- tiene que ver con la actuación de ese estado de desnudez, y su registro. Y claro, la puesta en escena, más artificial o más verista, más fabricada o más cotidiana, más convencional, rutinaria o más imaginativa e inédita, más cotidiana o más imaginaria y fantaseada.
La erótica que yo pretendo tiene que ver, en la medida de mis posibilidades y según las circunstancias, con esa expresividad actuada de la desnudez. Con la desnudez dramatizada, como un ejercicio de acción escénica que cada uno hace a su modo, según su aprendizaje, imaginación, estilo y capacidad de profundizar en lo que hace en el momento en que lo hace.
Por eso digo siempre que actuar el desnudo, actuar la desnudez no es fácil. No se trata de poses ni posturas corporales dogmatizadas para cada emoción, pensamiento o sentir: no se trata de una cara para la tristeza, unos pechos para la alegría, unas nalgas para la diversión o la templanza, unos muslos para el padecer. No es eso. Yo hablo de gente-mujer, persona-femenina que pueden imaginar con su cuerpo asuntos de diversas dimensión, profundidad y reflexión, más o menos sentidas. Al imaginarlo-exponerlo con el cuerpo, al hacer exterioridad lo afectivo y razonado, lo conciente y lo insconsciente, es cuando el cuerpo en desnudez hace síntomas. Expresa cosas con síntomas que son, por necesidad, carnales. Y entonces, son fotografiables.
Días pasados, una lectora ya adulta (unos 30 años) me preguntó inquieta, al parecer perturbada, por qué hacía lo que hago en el blog Erótica de la Cultura. Me escribió algo así como que lo que menos entendía era el porqué de mi focalización en lo que ella sintió como «desenfreno erótico» y «carnalidad». Quedé más que sorprendido, por momentos algo divertido, y por otros temeroso. ¿A qué se refería con «desenfreno»? «Desenfreno erótico», escribió. Lo de «carnalidad» ni yo me lo creo porque suelo «sutilizar» las corporalidades femeninas desnudas. Conozco muchos fotógrafos, varios salientes y de larga actuación, que trabajan el cuerpo desnudo como «carnalidad», es decir, de modo verista, algo cruel, naturalista, feísta. Hacen de cierta fealdad una belleza inquietante en el desnudo. Se limitan a mostrar la fealdad natural de cualquier cuerpo, o el punto de vista donde se muestra la fealdad de un cuerpo. Y esa fealdad la trabajan de un modo que la hace belleza, o verosímil, o quiera llamárselo eso esencial que muestran en sus imágenes.
Yo en cambio sutilizo con sombras, intento trabajar cierto conjetura de belleza con sombras y luces, con claroscuros y, menos, con grandes contrastes de negros y blancos luminiscentes y oscurecedores. Lo mío, creo, no va por la «carnalidad». Eso no lo consideré: me dije, sí, esta muchacha -la lectora- está con una escafandra en la cabeza y no respira. Pero lo otro, lo del «desenfreno» me llevó a pensar: ¿en qué soy o parezco no tener freno ni limitaciones». Le escribí que la situación desmandada más notoria de mi vida fue, en algún momento, haber fumado 21 cigarrillos por día. ¡Semejante desenfreno! Un atado de cigarrillos diarios. ¡Qué lo parió! Salvo eso no me acuerdo de ninguna otra desmesura.
Tal vez esta mujer lectora o contempladora se asusta de la cierta regularidad de cuerpos femeninos en desnudez. Una vez, una modelo me dijo algo que me sorprendió: «Hace meses que no me veo desnuda». Y después de ese lapso, en que algo querría ocultar o no ver, me eligió a mí para verse o redescubrirse en su cuerpo desnudo otra vez. Puede haber humanos que tanto no quieren ver, que tanto no quieren «mirar», tener mirada, que terminan por evitarse a sí mismos, a su cuerpo, aún en el momento del baño.
Dicho todo esto, otra vez, es que regreso a Violeta y la destaco como una actriz con gran drama en la escenificación de su desnudez, con una capacidad expresiva notable para dejar expuesta una dramática del cuerpo femenino desnudo. Violeta es pequeña, menuda, flaquita, baja, no se maquilla, cuando trabajó conmigo tenía moretones en las piernas por sus trabajos con telas o patines o no sé qué, el cabello cortito a la manera de un varoncito. En fin, «fragilidad» -le dije yo, y ella se reía o se ofendió, aún no lo sé con seguridad- con matices adolescentes en una vida que ya había pasado los 20 años. De sonreír poco, observadora, perspicaz, con cierta astucia propia de los «débiles» (como se supone, aunque no, era ella) que deben sobrevivir sin la ayuda que desearon en momentos centrales. Desconfiada, también, Violeta. Y de esas que, para su pesar (creo yo), aseguran no perdonan. Que -dicen- tienen siempre decisiones definitivas, inapelables. Como si se ahorraran o quisieran ahorrarse desencantos o decepciones que trajeron o vieron en tiempos muy tempranos y ante los cuales tomaron la decisión de no «ilusionarse» nunca, al menos demasiado. Y todo esto, en la suposición de que sea así, como yo lo cuento, es base para una buena dramática del cuerpo desnudo. O para el fotógrafo (yo) me invente una dramaturgia de la corporalidad mujeril en desnudez.
Madrugada del martes 10 de abril 2012. Argentina (a 60 kms. de Buenos Aires)