GRACIELA ALFANO, SHOW MEDIÁTICO TELEVISIVO DE LA SEXUALIDAD PERVERTIDA (¿la de la actriz o la de los emisores-espectadores?)

 

 

           

          

Tapa revista Barcelona.

 

 

 

 

                            Lo de Graciela Alfano es una acción pública execrable. No su comportamiento sexual con el ex almirante Massera, integrante más importante junto al general Videla del gobierno de la última dictadura militar, la de los 30 mil desaparecidos, como suele también identificársela. El show (“denuncia”) alrededor de eso es vitando (execrable, odioso) para el común sentido de humanidad. Hay mucho de profanación en esa representación pública pervertida. Como sucio show profana la memoria de las víctimas.

 

 

             El horrendo show Alfano recuerda la pornografía del horror, poco antes y poco después de diciembre de 1983, cuando los medios se regodearon de pronto con los restos de los desaparecidos en las primeras tumbas ilegales encontradas y mostradas a la ciudadanía. Ese registro torvo pudo mostrarse, pero no escucharse las declaraciones de las víctimas durante el histórico juicio a las juntas militares, dos años después. Las imágenes eran obscenas, para el deleite tremebundo del voyeur estimulado en necrofilia; la simpleza, congoja, dolor y rotunda verdad de las palabras de los torturados y violados sobrevivientes en cambio fueron prohibidas en el canal oficial por orden del gobierno porque su efecto de esclarecimiento y revelación podía generar consecuencias inconvenientes para los genocidas y sus instituciones corporativas.

 

 

            Sucede que el valor de una sola palabra en el momento justo tiene tal impacto en la conciencia moral y hasta en las profundidades del inconsciente que, de pronto, a la manera de una iluminación no divina, da luz a toda oscuridad y cambia para siempre las cosas. La palabra cura. En eso basa Freud el psicoanálisis. Una única palabra, en la circunstancia propicia, aclara, así como otra, dicha con propósito dañino o fuera de oportunidad o contexto, enferma aún más.

 

 

 

            Por cierto que en materia de elección sexual-amorosa cada uno duerme y se acuesta con el (los) que quiere, elige o le gustan.  En el acto de elegir no hay nada reprochable. Sí en cambio puede haberlo –como en este caso- en las consecuencias de lo que se elige y en la relación con el elegido. Si no legales, al menos consecuencias morales o éticas, y también emocionales e ideológicas. Si una mujer elige a un torturador para dormir y tener intimidad sexual con él, algo está diciendo, un sentido –oscuro, tenebroso- expone.

 

 

 

              Se puede alegar la ignorancia de las actividades de la pareja. Sí, se puede, pero apenas resulta válido como excusa en encuentros ocasionales. Uno en general tiene más o menos una idea de quién es el que elige para tener sexo, intimidad máxima entre los cuerpos y las personas. Si no la historia del partenaire, al menos se tiene una deducción, conjetura o indicio por el contexto, ambiente, escenario, momento en que se tomó la decisión de intimar. Diferente es el caso de aquél que lo hace obligado en casos de padecimiento extremo, como es habitual en los campos de concentración, como los habidos en Argentina. Allí nadie tiene derecho a juzgar, a emitir juicio si en esa transacción sufriente y horrenda no se ha perjudicado a terceros. Queda para la desgraciada conciencia de cada víctima. 

 

 

 

           Pero ahora no se juzga tanto el colaboracionismo de Alfano, como se quiere hacer creer en tardía sanción mediática, sino que se ha levantado una tenebrosa puesta en escena que salpica al público con su esencia pervertida. Un montón de estiércol que se pisa fuerte para salpicar las conciencias, no para esclarecerlas en lo político, ético y moral sino para enmerdar más aún lo que la sociedad y cultura argentinas no tienen del todo reconocido, asumido y elaborado. No se ayuda ni al gobierno de Cristina Kirchner, empeñado en los juicios a los genocidas, ni a los organismos de derechos humanos, aunque algunos duden o den  su consentimiento.

 

 

             A mí no me merece dudas sobre cuál es el mensaje que al final queda cuando se trata el tema de los desaparecidos en géneros frívolos o superficiales la mayoría de las veces, como ha sucedido con teleteatros. Lo planteé públicamente en su momento, en oposición a la valoración de los organismos de derechos humanos más representativos, y admito que los mismos tienen más datos y sufrimientos que los míos para un mejor juicio y balance. El argumento legitimador es conocido: de esa forma, a través de la novela de televisión, la información llega aquellos muchos que no tienen otros modos y medios de enterarse. Puede ser, puede ser… Pero ¿es lo mismo el caso actual de Alfano?

 

 

            Pienso que no, más aún si hubo horrendo provecho económico. El sexo, se sabe, tiene sendas insondables, como las de las divinidades. ¿Pero el sexo por dinero, por conveniencia social o económica también tiene tantos aspectos y trayectos inexplicables? No, menos si hubo delito. Pero aún si no hubiera transgresión a la ley, qué clase de persona pública es la que por motivos tan repulsivos puede llegar a transar con su cuerpo. Aún si obtiene placer, obviamente siniestro, qué clase goce patológico se encuentra en la unión carnal con un psicópata torturador y asesino de masas. ¿Puede alguien así ser publicitado a diario por los medios? ¿Nadie nunca desde 1984 sabía nada, pese a los rumores y explícitas revelaciones de algunos periodistas (ver pág. 172-174 de “Con Soriano por la ruta de Chandler”, de Andrés Bufali, Planeta-Seix Barral, 2004. Allí se alude a otra actriz que supo trabajar con el gran Torre Nilsson)?

 

 

                Alfano es un modelo, un modelo de una cultura. Funciona como prototipo y emblema. Ella se corresponde con el contexto y escenario en que aparece. He insistido, y se ha insistido, que la mayor perversión de la dictadura militar es que, de una u otra manera, implicó a casi toda la población. Claro que en diversos grados de compromisos y responsabilidades, desde el que simplemente observaba o daba vuelta la cara hasta el que manejaba un avión que arrojaba personas vivas al mar. Unos merecen castigo legal en cárcel común. Los otros debieran hacer al menos su acto de introspección, de contrición. Todos debemos. Y todos debemos ayudar a la reparación, la justicia y la verdad. No basta con el arrepentimiento declarativo. Ciertas representaciones ayudan a la toma de conciencia, al castigo legal y a la reparación psicológico-moral; otras, decididamente, hunden y enceguecen más en la mierda del torturador.


Miércoles 31 de agosto 2011. Argentina. La Plata.    

Autor: Amilcar Moretti

AMILCAR MORETTI: Escritor, periodista y fotógrafo Sitio web central: ERÓTICA DE LA CULTURA www.moretticulturaeros.com.ar Desde el 2010. Buenos Aires. Mi mail: amilcarmoretti@hotmail.com Escritor de periodismo y fotógrafo de desnudo femenino en situación cotidiana.Crítico de cultura, cine, arte y sociología de lo cotidiano durante cuatro décadas en el diario EL DIA (www.eldia.com) de la Argentina. Creador en el 2010, autor y titular del sitio ERÓTICA DE LA CULTURA magacine de cultura, erótica y política. Blog complementario: htpps://amilcarmoretti.wordpress.com AMILCAR MORETTI Writer, journalist and photographer Central website: EROTICA OF CULTURE www.moretticulturaeros.com.ar Since 2010. Buenos Aires. Mail: amilcarmoretti@hotmail.com Journalism writer. Female nude photographer in an everyday situation. Critic of culture, cinema, art and sociology of the everyday for four decades in the newspaper EL DIA (www.eldia.com) of Argentina. Creator in 2010, author and owner of the site ERÓTICA DE LA CULTURA magazine of culture, erotic and politics. Complementary blog: htpps://amilcarmoretti.wordpress.com

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