
Quien controla la sexualidad tiene poder sobre la vida del humano. Quien maneja y supervisa la sexualidad de individuos y sociedades, cultura y civilizaciones, ejerce poder sobre el orden humano. El hombre no es pura biología sino cultura, llega a ser humano por vivir en cultura. La subjetividad humana en vida gregaria es posible por la culturalización de la biología. Cuando el poder político de las elites hegemónicas habla de sexualidad sabe que interviene en territorio decisivo, en terreno profundo y privado. (…)
No es desinteresado que, frente al debate parlamentario sobre la ampliación de la ley de matrimonio para dar juridicidad igualitaria a las parejas del mismo sexo, la jerarquía de la iglesia católica otorgue centralidad al tema de la sexualidad, y dentro de ella, a la sexualidad homo. La iglesia no es sólo su jerarquía mayor, y tampoco son sus devotos, o los que dicen serlo. Pero ha sido su jerarquía la que siempre incidió en la cultura política de la Argentina, con pocas y temporarias pérdidas de terreno. (…)

Los que tienen el poder del capitalismo en su actual etapa posmoderna, poscapitalista, posindustrial, capitalista tardía, financiera o, directamente, capitalista bélica, mediática y excluyente, no tienen en claro cuándo empezar a “definir” para continuar con el desgaste del planeta, su contaminación total o su destrucción nuclear. Parece haber una decisión tomada, a la espera de aplicarla en la circunstancia que justifique todo y cualquier cosa. El cine sobre todo, y buena parte de la literatura también, no dejan de dar testimonio de adelantos sombríos. (…)
No es aquí una cuestión de Gramsci y los “posmarxistas”, como algún fraile jerárquico repite. No es responsabilidad de la Escuela de Frankfurt, o de Foucault o Lacan. Todos ellos han sido los mensajeros, los intérpretes y traductores precoces. Aunque cause pavor, cuando los frailes jerárquicos convocan a la “guerra” (“guerra cultural”) no son gramscianos, pensamiento que declaran temer como si hubieran sido puestos al descubierto por el italiano. Tampoco son antigramscianos. Aclaran que para mantener sus ideas y poder han de acudir a la guerra, a alguna forma de guerra. Dejan el amor predicado y apelan a la guerra. Ante el conflicto de intereses, la disputa y la redistribución democrática del poder, optan por la guerra para mantener la hegemonía. (…)
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(a partir del domingo 18 de julio)
